Intolerancia alimentaria y SIBO (disbiosis)
Actualmente trabajando formando parte del equipo Inmunomet.
El objetivo de esta consulta es ahondar en el tratamiento dietético (exclusiones alimentarias con posterior reintroducción) y buscar la mejoría sintomática de los pacientes con intolerancia a algún alimento o sobrecrecimiento bacteriano (SIBO).
Da la sensación que las palabras intolerancia y microbiota son cada vez más conocidas, pero es evidente que aún queda un largo camino por recorrer. ¿Quién no ha escuchado alguna vez a alguien de su entorno formular frases como:
«Todas las comidas me sientan mal»
«Las verduras me repiten«
«No hago bien las digestiones»
«Se me hincha la tripa como si tuviese un embarazo«
En la gran mayoría de ocasiones estos síntomas aparecen por una malabsorción de nutrientes (lactosa, fructosa, gluten, etc.) o por una alteración en la microbiota intestinal como es el SIBO(disbiosis), pero pocas veces se llega a un diagnóstico concluyente y se tiende a normalizar los síntomas y vivir con ellos en el día a día.
Siendo tal la importancia de controlar el reparto de nutrientes de la dieta, a menudo se plantean restricciones alimentarias como tratamiento para reducir o eliminar los síntomas digestivos (y en ocasiones extradigestivos: dermatitis atópica, migraña, fatiga muscular…). Es aquí donde la figura del nutricionista toma el control del seguimiento.
Muchos de los alimentos a excluir se encuentran presentes de forma habitual en una dieta mediterránea cotidiana (destacan la cebolla y el ajo en la intolerancia a la fructosa, por ejemplo). Junto a ello, muchos supermercados y restaurantes no están preparados para responder a las necesidades de los pacientes. El azúcar sigue estando a la orden del día, los cereales con fructanos (cadenas de fructosa) ocupan un liderazgo claro sobre aquellos que los contienen en menor cantidad e incluso se ponen de moda los polioles como edulcorantes. La dieta en casa se vuelve monótona y poco variada y comer fuera se convierte en una odisea, ligada a la presión social que nace habitualmente del desconocimiento: «¿pero cómo te va a sentar mal la cebolla, con lo sana que es?».
Parece complicado entender que por muchos componentes saludables que contenga un alimento, si nuestro cuerpo no es capaz de absorber o tolerar uno de ellos, nos va a generar malestar. Hábitos adquiridos a lo largo de los años se tuercen en la cocina, el formato clásico de sofrito no es válido, hay que quitar el zumo del desayuno, no podemos endulzar hasta el infinito el café… Para colmo existe un exceso de información poco contrastada en las redes que confunde a pacientes y profesionales de la salud a partes iguales y que no tiene en cuenta las características propias del individuo (microbiota, infancia, alimentación o dietas previas, ejercicio, sueño, ansiedad…).